El género dramático ha tenido un lugar preponderante en la historia de la escritura, por el hecho de que llama a los sentimientos, a las emociones, los lectores de una novela de drama se lanzan a conocer mundos complejos en los que se desarrolla una historia capaz de mantenerlos atentos todo el tiempo a la par que les remueven los sentimientos.
Y es que todos alguna vez hemos llorado con una buena novela, aunque también se ríe, se sufre y se goza, el punto es precisamente las emociones, aunque hay que entender que según la clasificación clásica de la literatura dentro del género ‘Drama’ están enmarcadas las obras destinadas a ser representadas frente al público, normalmente en un teatro.
Los subgéneros de esta categoría son la ópera, el drama, tragedias, comedias, zarzuelas, melodramas, entre otros. En los tiempos que corren y con la llegada de libros en los que se incluyen largas historias que entremezclan diferentes géneros, esta clasificación básica ha quedado un poco desfasada, sobre todo si se toma en cuenta el hecho de que fue propuesta por Aristóteles.
Uno de los mayores representantes del género ha sido, por supuesto, William Shakespeare, famoso, sobre todo por sus historias dramáticas, caracterizadas por protagonistas que caen desde un estado de gracia hasta la propia muerte.
En sus obras se nos muestra la naturaleza desdichada que tiene el ser humano, según la visión del propio autor, y esas desgracias son provocadas por las propias acciones de los personajes. A veces, también, muestra al destino como el responsable de las desgracias o a la capacidad que tienen las personas de hacer daño a los demás.
Shakespeare juega con el concepto del ‘libre albedrío’, y esto vale mucho a la hora de crear historias dramáticas, porque se le otorga a los personajes las mismas capacidades para hacer el bien y el mal, un determinado nivel de autonomía.
La personalidad de los actores
Es común ver a los escritores actuales contar durante entrevistas que a partir de la compleja personalidad de aquellos que aparecen en sus relatos, los finales, las diferentes acciones que se supone deberían haber ocurrido, basados en el conocimiento que se tiene de la forma de proceder de los mismos, no vinieron a sus mentes directamente sino que los hechos fueron ocurriendo conforme al desarrollo de las características particulares de los personajes.
Tal es el caso de la novelista J.K. Rowlling, quién se disculpó con los seguidores de la saga ‘Harry Potter’ por la muerte de uno de sus personajes, de hecho creó la tradición de disculparse por cada una de las muertes que tuvo lugar durante uno de los episodios cumbre de la historia conocido como la “Batalla de Hogwarts” y que conmemoran cada dos años.
Si bien es cierto que la autora cuenta cómo le dio la personalidad a cada uno de los actores que aparecen en la trama, con el tiempo la misma historia que empezó como un cuento para niños devino en un relato bastante dramático por la misma evolución de los hechos y las personalidades, gustos y deseos de todos los implicados en la misma.
Por eso es importante quizá no hacerlo de manera tan profunda, sobre todo si se trata de un relato corto, pero al menos el autor deberá crear por separado a sus personajes, dándoles no sólo vida sino características particulares, para hacer más ricas sus historias, porque el viaje no debería ser solo para los lectores, también debería serlo para el escritor.
Los mundos
Las historias dramáticas pueden suceder en cualquier parte, literalmente, incluso en lugares y realidades inventadas, como el ejemplo anterior de Harry Potter, pero también hay novelas en las que se mezcla la realidad con la ficción, y no sólo se trata de la realidad de los hechos cotidianos, sino de las emociones y las diferentes vivencias que atraviesa el ser.
Uno de esos ejemplos reconocidos mundialmente es el creado por el autor colombiano y premio Nobel de Literatura, Gabriel García Márquez, quién se dio a la tarea de crear un pueblo en el medio de la nada “Macondo”, en el que no sólo ocurrían cosas que estaban fuera de cualquier entendimiento en el mundo actual (como las personas que eran elevadas en cuerpo y alma al cielo), sino las mezcló de manera magistral con cosas tan crudas como la soledad.
Y es que el nombre de su mayor obra “100 años de soledad” hace referencia, sobre todo, a las personas que tienen una vida destinada a pasarla alejados de los demás, en soledades propias, aunque compartieran la misma casa, por azares del destino o por su forma de ser, los personajes vivían una profunda soledad, que tanto miedo le da a muchos vivir en la realidad y ese es uno de los aspectos que más llaman la atención de los lectores, “porque las estirpes condenadas a cien años de soledad, no tenían una segunda oportunidad sobre la tierra”.
El amor y la realidad
Si bien es cierto que las historias dramáticas no tienen que girar en torno al amor porque las emociones son muchísimas, el amor siempre está, incluso en aquellas obras literarias que no lo tienen como elemento principal, porque no sólo conecta con todos al ser un sentimiento universal, sino que llama la atención al tener tantas formas de ser demostrado, comprendido y conceptualizado a lo largo del tiempo en tantas realidad y ámbitos.
Una de las que puede ser considerada como las mayores obras románticas es Orgullo y Prejuicio, de la autora inglesa Jane Austen, pero lo que más llama la atención de sus escritos, no solo de esta novela en particular, es el hecho de que la escritora supo retratar las realidades que le tocaba vivir a los ingleses de la época.
Y lo hizo de una forma maravillosa, al punto de que los lectores se sienten atraídos al ver cómo se enmarca una realidad tangible, algo que ellos mismos pueden vivir, porque se trata de lo cotidiano, de los hombres y mujeres que nacen, que mueren, que sufren, lloran y disfrutan, como le puede pasar a cualquiera, sin características demasiado especiales, enfrentados a los prejuicios de la realidad.
El drama tiene muchas formas de presentarse, en historias cercanas por los términos en los que ocurren o en novelas fantásticas que conectan con el lector por los sentimientos de los personajes que son los de todos. Dejarse llevar por lo que pudiera pasar es una gran forma de darle forma a una idea para escribir, lo importante es, sin duda alguna, tomarse el tiempo para conocer a los personajes y probar todas las ideas que tenga el autor.