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Aprender a escribir XXIII – Cómo titular tu libro

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En la entrada de hoy, en lugar de aprender nuevas técnicas y recursos narrativos, vamos a realizar un breve análisis sobre qué criterios son los más utilizados a la hora de titular un libro, así como las posibles contribuciones que cada uno de ellos puede aportar al conjunto general de la obra.

Título, portada y sinopsis forman conjuntamente el primer mensaje que un potencial lector recibe sobre un libro cualquiera. Juntos se encargan de generar lo que llamamos primera impresión, lo que entra por los ojos. En un símil con una persona, el título es el nombre propio de la novela, la portada da forma a sus ropajes, a su apariencia externa; por último la sinopsis añade una carta de presentación, nos describe la personalidad.

Pero el título es el más importante de estos tres elementos por la sencilla razón de que ningún libro que se precie puede prescindir de él. Es lo que le identifica y distingue de los demás. Las sinopsis y las portadas, recomendables en el mercado actual, donde es imprescindible destacar y saber venderse, son aún así voluntarias.

Por esto muchos autores dedican especial énfasis en seleccionar el título adecuado para su historia. Además, no actúa solo como primer acercamiento al libro, sino que en muchas ocasiones contiene una carga conceptual. En estos casos cuenta con mayor relevancia si cabe.

En periodismo se habla del “Principio de las seis W”, que predica que en cualquier noticia informativa siempre debería aparecer la respuesta relativa a las preguntas: Quién (Who?), Qué (What?), Dónde (Where?), Cuándo (When?), Por qué (Why?), y Cómo (How?). Si una noticia responde estos interrogantes, será una noticia completa y satisfactoria para el lector.

El mismo principio es aplicable durante la tarea de asignar un título a un trabajo literario, con la diferencia obvia de que la extensión característica de un título cualquiera solo puede responder a uno o dos de esos interrogantes, los más importantes para nuestros intereses.

¿Quién?

Recurrir al nombre del personaje protagonista es la primera opción que los autores seleccionan a la hora de titular su novela. La razón es simple: es un recurso sencillo para destacar quién es el personaje principal o para indicar al lector desde el primer momento alrededor de quién gira el relato.
Los ejemplos son infinitos: “Anna Karenina”, “Fausto”, “Drácula”, “Oliver Twist”, “Don Quijote de la Mancha”…

En ocasiones son varios los personajes que dan nombre al libro, como ocurre en “Los tres mosqueteros”, “Los hermanos Karamazov”, etc.

Una variante de esta opción es utilizar alguna característica o rasgo del personaje en lugar de su nombre. En este caso la información es mayor. Al utilizarse la profesión, el estatus, la personalidad o jerarquía del personaje, se entregan pistas sobre el contexto y argumento general de la historia.

Ejemplos: “El hereje”, “La Celestina”, “El Buscón”, “Los miserables”.

¿Qué?

Si el nombre del protagonista principal es el primer motivo al que acudir para titular un libro, sus quehaceres y objetivos se situarían en la siguiente opción lógica. Se responde así a la pregunta “¿De qué va esta historia?”. Es habitual combinar Quién y Qué en el mismo título, como sucede en “Las aventuras de Tom Sawyer”, “La muerte de Artemio Cruz” y “Harry Potter y la piedra filosofal”.

No es nada extraño que el Qué no pueda comprenderse hasta que se comienza a leer la novela. En “Almas muertas”, con el paso de las páginas se nos desvelará que el título es una alusión al sobrenombre con el que se conocía coloquialmente a los siervos fallecidos dentro de las propiedades de los aristócratas de la Rusia del siglo XIX. En ese momento, el título cobra sentido para el lector.

¿Dónde?

Hay relatos en los que el lugar de acción es tan importante, tan evocador y está tan cargado de significado para personajes y lector, que se convierte así en un protagonista más de pleno derecho. Lo que hace especial a la novela es poder mostrar el desarrollo de los eventos dentro de ese entorno concreto y único, de ahí que reciba su reconocimiento en el título.

“El Don apacible” narra la vida de una familia de cosacos rusos criados a orillas del río Don durante la convulsa Rusia de principios del siglo XX. La corriente del río es un símbolo de profundo calado para los personajes, que atisban en él la representación del hogar, el amor y el mundo que vivieron antes de las grandes guerras que azotaron su tiempo.

Ejemplos adicionales son “Alicia en el país de las maravillas”, “La isla del tesoro”, “Viaje al centro de la tierra” y “Rebelión en la granja”.

¿Cuándo?

En este caso la dimensión temporal e histórica es la que acapara la atención. El título puede aludir directamente al momento o periodo puntual en el que tiene lugar el argumento. Por ejemplo, “1984” hace referencia al año específico en el que se ambienta la distopía escrita por George Orwell. Por su parte, “El siglo de las luces”, de Alejo Carpentier, se ambienta en la Revolución francesa vista desde la perspectiva de los criollos que habitaban en el mar Caribe.

Existe la posibilidad de que la variable temporal de un título puede referirse a una fecha límite para la consecución de unos objetivos, tal y como sucede en “La vuelta al mundo en 80 días” o en la leyenda de Sherezade que sirve para enmarcar el conjunto de cuentos recogidos en “Las mil y una noches”.

¿Por qué?

Los títulos plenamente conceptuales carecen de significado aparente cuando los leemos por primera vez, pero su elección no ha sido realizada en ningún caso al azar. La respuesta se encuentra en el interior de las páginas. Estos títulos son destinados a introducir alguna premisa, alguna anécdota o símbolo que cobra importancia y significado con el desarrollo de los hechos y que es alcanzado durante la lectura. Se trata de otra de las opciones favoritas de los autores, que así pueden añadir un sentido práctico y cómplice al título, pasando a formar parte integral del propio contenido.

Uno de los ejemplos más sonados es el de “El guardián entre el centeno”, novela que relata las inquietudes del adolescente rebelde y socialmente inadaptado llamado Holden Caulfield. Durante uno de sus diálogos, el propio Holden da la clave del porqué del título de la novela.

(…) me imagino a muchos niños pequeños jugando en un gran campo de centeno y todo. Miles de niños y nadie allí para cuidarlos, nadie grande, eso es, excepto yo. Y yo estoy al borde de un profundo precipicio. Mi misión es agarrar a todo niño que vaya a caer en el precipicio. Quiero decir, si algún niño echa a correr y no mira por dónde va, tengo que hacerme presente y agarrarlo. Eso es lo que haría todo el día. Sería el encargado de agarrar a los niños en el centeno. Sé que es una locura; pero es lo único que verdaderamente me gustaría ser. Reconozco que es una locura.

El título alcanza así la categoría de metáfora. Representa los deseos de Holden por evitar que otros sufran la misma indecisión, miedo, desencanto y decepción ante la sociedad y las normas, sentimientos típicos que se experimentan durante la adolescencia.

En el caso de “Crimen y castigo”, el título evoca todo el proceso de tormento y dudas que experimentará el protagonista, Raskolnikov, desde el momento que decide asesinar a una vieja prestamista a la que considera despreciable e inferior.

Por su parte, “Cien años de soledad” apunta al destino del linaje protagonista de la novela, la familia Buendía, destino que incluso es profetizado dentro de la historia por uno de los personajes y dejado por escrito en unos pergaminos cifrados.

¿Cómo?

La respuesta a esta pregunta es sencilla. Son títulos que se dedican a los medios y las formas utilizados, a los instrumentos y objetos con presencia en la novela.

“20.000 leguas de viaje submarino” invitaba al lector de la época a experimentar un periplo fantástico y futurista lleno de aventuras en un medio de transporte que resultaba tan novedoso por entonces.

“Desayuno con diamantes” hace mención tanto al modo de vida de la protagonista, Holly, que se mueve por la alta sociedad sirviendo de señorita de compañía de viejos ricachones; como a los diamantes de la tienda Tiffany’s que tanto la atraen y satisfacen.

Espero que estos sencillos criterios te ayuden a imaginar rápidamente títulos adecuados para tus relatos en función de aquello que quieras destacar y que los veamos luego puestos en práctica en Sttorybox.

Amante de las letras profesional y escritor amateur. Comparto mi idilio con la literatura en sttorybox.com

Solo soy infiel a la escritura cuando me cruzo con el maravilloso mundo del cine y el dibujo.


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